La experiencia del duelo se produce después de una pérdida, y se trata de una reacción humana universal y normal. La mayoría de las personas se recuperan de la muerte de sus seres queridos sin gran problema. Las evidencias científicas muestran prevalencia de 7 a 20% de duelos que llegan a complicarse. En el duelo complicado, la evitación del dolor que se genera lleva al sufrimiento y puede transformarse en una profunda pérdida de todo lo que es amado y quedó vivo después de la muerte.
Abordando el duelo desde la terapia de aceptación y compromiso (ACT).
Programa
que se adapta a cada persona y a sus circunstancias.
· Convivir con el dolor
· Defusión cognitiva
· Valores
· Compromiso y acción
· Yo y contexto
Acceder al esquema de la intervención.
Una lectura que nos acerca a esta mujer y a su intenso sufrimiento tras la muerte de su marido. A veces nos reconocemos en su forma de sentir, de transitar.
El año del pensamiento mágico de Joan Didion.
Copio algunos párrafos que pueden servir para reflexión, para escribir, para hablar de la muerte y del dolor. Para expresar y conectar con nosotros mismos y con nuestros seres queridos.
La vida cambia en un instante
Te
sientas a cenar y la vida que conocías se acaba
La
cuestión de la autocompasion
....cuando tenemos delante un desastre repentino, siempre nos fijamos en lo anodinas que eran las circunstancias en las que ha tenido lugar lo impensable, en el cielo azul claro del que ha caído el avión, en el recado rutinario que ha terminado con el coche en llamas en el arcén, en los columpios donde los niños estaban jugando como de costumbre cuando la serpiente de cascabel atacó desde la hiedra.
El dolor por la muerte de un ser querido, cuando llega, no es en absoluto como esperamos que sea.
Necesitaba estar sola para que él pudiera volver.
En un plano subjetivo, los supervivientes pueden sentir que están envueltos en un capullo o en una manta; ante los demás dan la impresión de estar llevándolo con entereza. Como la realidad de la muerte todavía no ha penetrado en la conciencia, puede parecer que los supervivientes están asimilando muy bien la pérdida.
La gente que ha perdido hace poco a un ser querido tiene una expresión peculiar, que tal vez solo reconocen quienes han visto esa misma expresión en su propia cara... Se trata de una expresión de vulnerabilidad extrema, de desnudez e indefensión... La gente que ha perdido a un ser querido parece desnuda porque se cree a sí misma invisible.
Yo quería más que una noche de recuerdos y suspiros
Yo
quería gritar
Yo
quería que volviera
Durante
el despegue, él me cogió la mano hasta que el avión empezó a nivelarse.
Como
siempre.
¿Qué
fue de aquello?
Leer, aprender, resolver los interrogantes y acudir a la literatura especializada.
La
información es control.
Los supervivientes miran hacia atrás y ven presagios, mensajes que se perdieron.
Yo solía contarle mis sueños a John, no para entenderlos, sino para deshacerme de ellos, para despejarme la cabeza de cara al resto de la jornada.
Al
morir él dejé de tener sueños.
Fui al médico para hacerme un chequeo rutinario. Él me preguntó cómo estaba. En la consulta de un médico, no se trataba de ninguna pregunta inesperada. Y, sin embargo, me sorprendí a mí misma rompiendo a llorar.
El dolor por la pérdida de un ser querido resulta ser una situación que nadie conoce hasta que llega a ella. Nos imaginamos (sabemos) que alguien cercano a nosotros podría morir, pero no nos planteamos más que los pocos días o semanas inmediatamente posteriores a esta muerte imaginada. Y hasta malinterpretamos la naturaleza de esos pocos días o semanas. Si la muerte es repentina, podemos suponer que nos quedaremos en shock. Pero no nos esperamos que este shock sea aniquilador, que nos trastorne tanto el cuerpo como la mente. Podemos suponer que nos quedaremos postrados, inconsolables, enloquecidos por la pérdida. Pero no esperamos enloquecer literalmente, convertirnos en "mujeres muy fuertes" que están convencidas de que su marido va a regresar y le van a hacer falta sus zapatos. En la versión del dolor por la pérdida de un ser querido que nos imaginamos, el modelo es la "curación" . En ella siempre prevalece cierto progreso. Los peores días serán los primeros. Nos imaginamos que el momento que nos supondrá la pérdida más dura será el funeral y que después vendrá esa hipotética curación. Cuando nos imaginamos el funeral, nos preguntamos si acaso conseguiremos 'superarlo", si estaremos a la altura de la situación, si mostraremos esa "fortaleza" que inevitablemente se menciona como la reacción correcta a la muerte. Suponemos que tendremos que echarle agallas a ese momento: ¿seré capaz de saludar a la gente, seré capaz de salir de escena, seré capaz siquiera de vestirme ese día? No tenemos forma de saber que el problema no será ese. No tenemos forma de saber que el funeral en si será anodino, una especie de regresión narcótica en la cual nos veremos envueltos en el cariño de los demás y en la gravedad y el sentido de la ocasión. Ni tampoco podemos conocer por anticipado (y aquí reside la diferencia esencial entre el dolor por la muerte de un ser querido tal como nos lo imaginamos y tal como es en realidad) la ausencia interminable que vendrá después, el vacío que es justamente lo contrario del sentido, la sucesión implacable de momentos durante los cuales afrontaremos la experiencia del sinsentido mismo.
Estos fragmentos los he usado para sostener mis ruinas
Somos seres mortales imperfectos, conscientes de esta mortalidad incluso cuando la apartamos a empujones, decepcionados por nuestra misma complejidad, tan incorporada que cuando lloramos a nuestros seres queridos también nos estamos llorando a nosotros mismos, para bien o para mal. A quienes éramos. A quienes ya no somos. Y a quienes no seremos definitivamente un día.
Me cuesta considerarme a mí misma una viuda. Me acuerdo de que vacilé la primera vez que tuve que rellenar la casilla correspondiente en el apartado de la situación conyugal de un impreso. También me costaba antes considerarme una esposa.
Mi cumpleaños del año anterior, cuando él me hizo el último regalo que me haría nunca.
Mi
cumpleaños del año anterior, cuando a él solo le quedaban 25 noches de vida.
Lo que les confiere tanta nitidez a esos días de diciembre de hace un año es su final.
La locura se está alejando, pero no hay ninguna claridad que venga a ocupar su lugar.
Sé por qué intentamos mantener con vida a los muertos, intentamos mantenerlos con vida para tenerlos con nosotros.
También
sé que si queremos seguir vivos llega un momento en que tenemos que dejar ir a
los muertos, dejarlos ir, dejarlos muertos.
Sinopsis: La autora narra la muerte repentina de su marido, el también escritor John Gregory Dunne. Este libro tan breve como intenso es una reflexión sobre el duelo y la crónica de una supervivencia.
El año del pensamiento mágico obtuvo el National Book Award en 2005. Nº de páginas: 192. Editorial Literatura Random House, 2021. Traductor: Javier Calvo Perales. Primeras páginas.
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Luz González Prieto - Psicóloga (G- 2402)
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