¿En qué momento mi vida empezó a ser accesible solo en vacaciones?

Gozo

Azahara Alonso

¿En qué momento mi vida empezó a ser accesible solo en vacaciones?”. Esta pregunta es uno de los puntos de partida. Una lectura pausada, reflexiva y que nos plantea perspectivas a las que no siempre prestamos atención por estar sumergidos en la inercia.

Copio algunos de fragmentos y citas que yo destacaría para indagar, cuestionar, dialogar y debatir. Para cambiar.

"Los trabajadores ya no existen. Existe su tiempo", escribe Franco Berardi. Por ese tiempo nos pagan. Ya no entregamos solo nuestra mano de obra: si somos buenas trabajadoras, hacemos la ofrenda completa de nuestra disponibilidad.

Mi vocación es comprar tiempo con dinero. Para eso casi cualquier trabajo es bueno, lo importante es no encariñarse con él.

Comprar mi propio tiempo.

Tiene uno prisa, la tiene siempre, metida en el organismo, donde se ha ido incubando como una enfermedad. Tanto es así que al tiempo de pensar se le suele llamar perder el tiempo, porque el ser humano se ha hecho esclavo de la prisa y siente como inerte y sin consistencia todo lo que no lleva su marca angustiosa. (Carmen Martín Gaite, Recetas contra la prisa).

Un tiempo de espera que desperdiciamos en el imperio de la prisa.

¿Esperaríamos si no estuviéramos obligados a ello?

Como estamos sobre la faz de la Tierra solamente unos años, las esperas parecen cárceles provisionales. Y así, para evitar su derroche de tiempo, hemos ido ahorrando pequeños fragmentos: dormimos menos, escribimos mensaje resumidos, pasamos por la caja rápida del supermercado y vamos siempre al grano de lo que queremos contar. Pero hay un placer atávico en todo lo que se demora y no sale como estaba previsto.

No sabemos no hacer nada porque sí, nada para nosotros, nada ahora y poco más. Pocas cosas cuestan tanto como no hacer nada en este mundo obsesionado con ser productivo.

¿Por qué trabajar si no es para olvidar la propia cuestión: para qué?

Las personas que viajan en su tiempo libre (libre para cumplir con el mandato del viaje) ya no acceden a su verdadera vida en vacaciones, sino que cumplen con el deber del ocio y su catálogo de requerimientos.

Surge así un modelo de atracción un tanto artificial por el que el ciudadano del mundo viaja para ver lo que hay que ver y tacharlo en su lista de destinos y tareas.

¿Qué hacer cuando no se trabaja? Ojalá considerar de nuevo esta pregunta como una fantasía y no como una lista de tareas.

El espacio era una cuestión de tiempo, una especie de moneda: si tengo dos horas libres, ¿qué trayecto puedo conseguir con ellas?

Con el tiempo aprendemos que las verdades son inestables y ofrecen, como mucho, un patrón vago.

Anne Boyer Desmorir: estamos agotados porque vendemos las horas de nuestras vidas para sobrevivir y luego empleamos las horas que no hemos vendido en poner nuestra vida a punto para venderlas.

El trabajo era entonces una muestra de la identidad y el estatus de la familia, que nos situaba con la precisión de las taxonomías fáciles en prestigiosos o no, respetables o todo lo contrario.

¿Y qué ocurre cuando el arte se convierte en trabajo?

Sinopsis: «¿En qué momento mi vida empezó a ser accesible solo en vacaciones?», se pregunta la narradora, quien reconstruye su experiencia en una pequeña isla del archipiélago de Malta. Una abarcable geografía mediterránea, propicia para sentir y pensar también desde el cuerpo; el clima exacto para reflexionar sobre los dilemas planteados por el trabajo (o su falta), la política del tiempo, los envites del turismo, el deseo de autenticidad y tantos otros ambiguos imperios contemporáneos.

Gozo nos habla de la posibilidad de un placer casi sagrado, el de no hacer nada (o no hacer tanto, o no por necesidad). Y la prosa fragmentada que le da forma despliega, a la vez, una constelación de voces y pensamientos afines —de Georges Perec a Susan Sontag, de Roland Barthes a Maggie Nelson— dispuesta para la revelación de aquello que surge cuando, ante nosotros mismos, frente al espejo del mar, nos damos por fin tregua y nos detenemos.

A medio camino entre el ensayo, la crónica y el diario.

Nº de páginas: 233. Ediciones Siruela, Madrid 2023. Acceso al inicio del libro.





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